Montevideo, 26 de setiembre de 2017
Sr. Presidente del Consejo Directivo del Sodre
DOREEN JAVIER IBARRA
Presente
De mi mayor consideración:
Me dirijo a Ud. con la finalidad de comunicarle mi decisión
de poner a disposición el
cargo de Director Artístico Musical de la Orquesta Sinfónica
del Sodre.
Decidí escribir esta nota previo al comienzo del ensayo del
jueves 14 de setiembre
último, durante el tortuoso proceso que condujo al estreno
del ballet Romeo y Julieta.
Me encontré entre una orquesta escandalizada, algunos de
cuyos miembros me
cuestionaban por no "defenderla" y una Dirección
del Ballet que me increpaba por no
silenciarla y hacerla ensayar. Con amarga ironía noté que
por primera vez en siete
años, Orquesta y Ballet estaban alineados.
Me vi en el centro de un teatro fracturado en que los
intereses de unos son opuestos a
los de otros, ante la imposibilidad de ejecutar un
calendario que se confeccionó hace
casi un año, ante el desamparo para resolver problemas
técnicos, organizativos y
funcionales que planteé hasta el hartazgo, y con un cuerpo
orquestal cuyo lugar y
propósito parecen no definirse nunca.
Se suman problemas cotidianos, estructurales y políticos en
todas las áreas que, al no
resolverse, obligan continuamente a improvisar soluciones
puntuales y excepcionales
para salir del paso. De este modo, hay que estar
"creando" la orquesta todo el tiempo
en vez de trabajar sobre una estructura dada y en un marco
claro, como en cualquier
parte del mundo. Este contexto, además de ser cruelmente
desgastante, favorece la
confusión de roles y genera un clima de desconfianza,
propicio para la adjudicación de
culpas antes que la búsqueda de soluciones de fondo. En este
contexto, resolver
cualquier problema mundano, por pequeño que sea, se
transforma en una hazaña.
La Orquesta Sinfónica del Sodre, colectivo integrado por
gente muy querida, varios de
ellos excelentes artistas, atraviesa una crisis interna
fruto en parte del sentimiento de
postergación y desamparo que ha padecido durante años. Esta
crisis, propia de una
orquesta cuyo lugar en la Institución y en el mapa cultural
nacional nunca termina de
quedar claro, impacta negativamente en todos los aspectos,
incluyendo también el
ambiente laboral y la propia imagen del organismo.
Obviamente, se necesita primeramente definir y defender
política e institucionalmente
el lugar que se pretende para la Orquesta en el Instituto y
en la cultura nacional.
Circulan infinidad de visiones que tanto más eco encuentran
cuanto mayor es la
indecisión. No hay respuesta clara y, mientras tanto, se
sigue navegando quién sabe
hacia dónde en medio de una retahíla de tópicos sin
posibilidad concreta de solución.
Por otra parte, el instinto de supervivencia ante esa sensación
de desamparo que
mencionaba, conduce a un estado de individualismo
exacerbado, en que cada persona
termina construyéndose su propio sistema de derechos y
obligaciones. Esto dificulta el
trabajo diario normal, ya que la gestión de cuestiones administrativas,
técnicas y
personales interfiere con el trabajo artístico,
obstaculizándolo. No poder evitar esta
interferencia señala una carencia institucional y un fracaso
personal mío. Es crucial
contar con herramientas y personal adecuado para velar por
la disciplina, y reconstruir
la autoestima de la Orquesta desde la gestión de Recursos
Humanos. Este tema fue
uno de mis primeros planteos ante el Consejo Directivo al
asumir el cargo. Lamento no
haber encontrando eco ni obteniendo cooperación alguna.
No es novedad decir que el Sodre cuenta con una orquesta
part-time en los hechos,
cuando en realidad se necesita un organismo efectivamente
full-time. A diferencia de lo
que ocurre en cualquier otro país que se precie de tener una
vida cultural vibrante, en
Uruguay la responsabilidad de organizar las agendas de los
músicos recae sobre sobre
las propias instituciones que co-crearon un indefendible
régimen de interdependencia.
Directores y mandos medios del Sodre y la Intendencia nos
desgastamos coordinando
horarios, fechas y contenidos para mantener un status quo
que hipoteca las chances
de desarrollo pleno de nuestra Orquesta. No veo el final de
esta historia y creo que
podríamos seguir coordinando de manera perpetua sin solución
alguna.
Para peor, el ambiente orquestal local, que tal vez en otro
momento fuera
complementario, es hoy competitivo. Se compite por el
público; se compite por los
espacios; obviamente se compite por presentar los mejores
contenidos; se compite por
el tiempo de trabajo, que es limitado; y se compite por la
energía de nuestros músicos,
que son esencialmente los mismos, y que se desplazan de un
ensayo a otro casi sin
descanso, contraviniendo los dictados de la salud
ocupacional y del sentido común.
Episodios como los vividos durante los ensayos del ballet
Romeo y Julieta ponen de
manifiesto la fractura interna que hay entre la Orquesta
Sinfónica del Sodre y el Ballet
Nacional desde el año 2010. Esta fractura afecta aspectos
operativos, técnicos y
también humanos, dificultando enormemente una verdadera
cooperación.
En medio de ese cortocircuito, el Director de la Orquesta
sería el encargado de
contemplar los intereses de todos en un equilibrio
imposible. Ya de por sí, que un
antagonismo interno tan polarizado exista es un hecho
alarmante. Las
responsabilidades, antes de recaer sobre el Director del BNS
o sobre los músicos de la
Orquesta Sinfónica, recaen sobre el propio Sodre y el modo
más bien pasivo y
conformista en que éste acompañó y asimiló
institucionalmente el éxito del Ballet
Nacional.
Este esquema de división, que tiene ciertamente raíces en la
naturaleza humana,
encuentra a nivel institucional su expresión en una
"Mesa Artística" cuya función sería
coordinar las actividades a realizar en los resquicios que
la temporada del Ballet deja.
Por eso, al malestar del que hablaba, se agrega la
imposibilidad de realizar una
actividad integral planificada en el Auditorio.
La dirección de una orquesta no es "de
escritorio". El Director es parte del espectáculo,
actuando ante el público y los artistas en conciertos y en
funciones. Su preparación
tiene que ser excelente, y su concentración absoluta. En un
teatro de estas
dimensiones, con personal para prácticamente todo, no puede
pretenderse que en el
instante previo a ensayar o a dirigir, o aún durante el
ensayo, el Director tenga que
responder sobre aspectos técnicos (e.g. qué tipo de
lamparillas hay que usar, si falta un
instrumento, si una silla está mal puesta, o si hace frío o
calor) o funcionales (e.g. si se
ausentó un músico por un motivo insólito, negociar
duraciones de ensayos, o recibir
una catarata interminable de mensajes de miembros de la
organización que no
deberían acceder al Director con tanta inmediatez).
En este sentido, deploro que en ningún momento tuve la
oportunidad de formar un
equipo propio. Solamente participé el año pasado en la
selección de dos muy eficientes
auxiliares administrativas, que sustituyen a las dos que
renunciaron en febrero de ese
año y que reparten sus actividades con la "Coordinación
Artística", inexplicablemente
adosada a la Orquesta Sinfónica del Sodre, como si la una
fuera parte de la otra.
También hice reclamos en ese sentido ante el Consejo,
siempre sin éxito. Instituciones
más grandes tienen organigramas más simples y claros.
La dificultad para lograr apoyo aún en temas sencillos de la
cotidianidad fue tal, que es
fácil imaginar los obstáculos en el caso de temas realmente
cruciales. Así, las
necesidades en el orden de la Comunicación, la gestión de
Recursos Humanos y la
Producción Técnica de la Orquesta fueron señaladas
permanentemente por mí y por el
Gerente, cayendo siempre en saco roto: la Orquesta sigue sin
prensa, la Inspección
sigue igual, y la Producción Técnica es un desastre. Por no
decir que hemos señalado
los problemas derivados de contar con un cuerpo orquestal
sin dedicación total y con
tantas formas diferentes de vinculación contractual; tampoco
en esto hubo cambios.
No debo ser ajeno a aspectos de mi propia personalidad y
carácter, incluyendo mis
propias debilidades. Posiblemente otra persona hubiera
obtenido mejores resultados.
No soy afecto a las expresiones sentimentales ni a la
exaltación de mí mismo.
Reconozco que fue incorrecto de mi parte no exigir antes de
mi ingreso la creación de
un equipo de apoyo/colaboración elegido por mí. Ahora bien,
en todo el tiempo que
estuve en funciones jamás se me consultó qué o quién
necesito para una mejor
gestión. Sin embargo, sí recibí consultas varias sobre cómo
ocupar a funcionarios
ociosos o inoperantes que complicaban la vida en otras
áreas. También he absorbido
gran parte de las dificultades, gestionando o exigiendo en
reserva temas que al no
resolverse luego retornan en forma de reclamo por parte de
la misma orquesta… otro
error mío.
Nadie puede trabajar jaqueado. Sé que se hacen movidas para
sustituirme. Nada que
decir al respecto -sé que la danza de nombres y aún las
intrigas son propias del
ambiente-, salvo que me apena que en el Sodre y en el
Auditorio se habla mucho más
de lo que se hace, y esa desproporción convierte nuestro
ambiente de trabajo en un
inoperante caldo de rumores y habladurías. El Consejo podría
hacer una contribución
mayor en el combate contra este mal. A propósito de esto,
creo que se equivocó la
manera de gestión de los temas de la Orquesta en los últimos
tiempos y se confundió
un bienvenido involucramiento en los problemas con un tipo
de gestión, a veces en
varios planos simultáneos, que desvirtúa los roles y genera
mayor confusión.
De la labor realizada en este tiempo, rescato en primer
lugar el trabajo diario con la
Orquesta, cuyos músicos, aún a pesar de las dificultades y
carencias mencionadas se
las arreglan para alcanzar un grado de compromiso y de
calidad admirable. Celebro
también que en este tiempo, y a pesar de todo lo señalado,
la calidad técnico-artística
de la Orquesta está en uno de sus mejores momentos de las
últimas décadas.
Agradezco a los artistas invitados que han trabajado junto a
nosotros en esta etapa.
Rescato la relación con el público de siempre y el nuevo, el
de la capital y el del interior,
que de manera creciente se suma a las actividades de la
Orquesta. También agradezco
el trabajo de mis colaboradores, quienes se esforzaron
pacientemente junto a mí
durante este período.
No quiero dejar de agradecer a Ud., Doreen, el apoyo firme y
equilibrado en tantos
momentos de dificultad. Saludo al resto del Consejo y a sus
colaboradores por el
trabajo en este tiempo. Sé que el Sodre no es fácil para
nadie.
Lo saludo con afecto.
Martín García