QUIENES VIVEN EN ALGUNA DE LAS CIUDADES SEDE DE UNO
DE LOS PRINCIPALES TEATROS DE OPERA DEL MUNDO están habituados a ver superproducciones
con costosas, complejas escenografías, a menudo monumentales, tal como pueden
hacerlas estos teatros que cuentan con la generosa chequera de algún gobierno de
primer mundo y de millonarios sponsors, contando además con espaciosos escenarios
, instalaciones técnicas sofisticadas y personal técnico especializado para
manejarlas.
A medida que vamos descendiendo en la “ escala biológica “ de los Teatros y las Ciduades, las condiciones se van haciendo más y m ás restrictivas.
Y llegamos al nadir de la espectacularidad con las
cias. privadas del off , que funcionan sin generosos cheques, en escenarios a
menudo muy reducidos, sin adelantos técnicos ni mucho menos personal
especializado para que los opere.
Es la hora de usar la imaginación y el buen gusto,
que vengan al reemplazo de lo que no se tiene ni se puede tener.
Los primeros espectáculos del off padecían del
defecto de querer simular con medios precarios esa espectacularidad, y el
resultado era embarazoso, casi un recuerdo de las fiestas de fin de curso de los Colegios.
En los últimos timepos las Cias han despertado a la
realidad de que a mneudo MENOS ES MAS y
han recurrido a escenografías sumarias que estimulan la imaginación del
espectador, y que tienen como efecto lateral más que benéfico que es el de disimular
en buena medida las limitaciones de espacio en el escenario al no dar pie para
que se produzcan embarazosos abigarramientos.
Es lo que con muy buen tino han hecho ZACARIAS GIANNI ( AMBIENTACIÓN ) ALEJANDRO DIAZ ( ILUMINACIÓN ) Y LA CIA LIRICA
DEL SUR en su reciente ROBERTO DEVEREUX ( hoy es la última función ) logrando de
paso la producción con más aspecto profesional que haya salido de sus fuerzas.
Un escenario vacío, que es una gran caja negra , con
cortinados oscuros y en el centro de la escena un trono, que gira sobre si
mismo y permite efectos como la primera aparición de la Reina, que se
materializa sorpresivamente tras la primera rotación del trono, vestida y
maquillada de blanco y con una luz intensa que la ilumina, casi una aparición
fantasmal.
El trono cambia de posiciones según las escenas y
contribuye a diferenciar ambientes.
En la penúltima escena una inmensa luna llena ilumina
el adiós a la vida de Roberto.
Una demostración de que a veces la imaginación vence
al dinero.
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