miércoles, 25 de julio de 2018

UN ENORME ESFUERZO DEL COLON QUE CASI SE FRUSTRA



Hay que reconocer de entrada el enorme esfuerzo que hizo el TEATRO COLON con los otros  participantes del FESTIVAL BARENBOIM  y los sponsors, para traer a nuestra ciudad la puesta en escena integral de TRISTAN  E ISOLDA  desde la OPERA DE BERLIN, indudablemente uno de los teatros importantes de Europa
Tuvimos así la oportunidad de ver un espectáculo de gran calidad que nos hizo añorar tiempos  pasados en los que este nivel estaba cerca de ser el habitual en nuestro Teatro.
Está de más destacar las dificultades que hubo que  vencer, no sólo las financieras sino también las logísticas,  y hasta las burocráticas, para este complejo trasplante que incluyó la escenografía y el vestuario, la Orquesta completa, y todos los integrantes del elenco solista menos uno ya que en un acto de inteligencia artística pero también de estricta justicia se incluyó al tenor local GUSTAVO LOPEZ MANZITTI. Y además con la participación del Coro Estable , otro acierto dada la calidad de nuestro coro y la brevedad de su participación  en el espectáculo que hubiera hecho que la importación del Coro de Berlin fuera un verdadero lujo asiático.
TRISTAN E ISOLDA  es una ópera difícil de montar, por las múltiples exigencias a sus cantantes y al con junto orquestal, y es imposible encararla sin un gran conductor en el podio.
Pero las exigencias pasan a ser difíciles de ser satisfechas si nos concentramos en  los requerimientos que se hacen a sus dos protagonistas , la soprano y el tenor, dos papeles nada fáciles y además  también agotadores.  Y aquí no resisto la oportunidad de recordar la anécdota de la gran BIRGIT NILSSON, una Isolda notable, a la cual una vez una cantante novel le preguntó como era que lograba no cansarse y llegar entera al final , y ella pensando en lo que realmente le causaba problemas le respondió “uso un par  de zapatos un número mayor que el que calzo .- PARA ELLA LO QUE ERA SACRIFICADO AL ENCARAR ISOLDA  NO ERA EL CANTO SINO EL PERMANECER TANTO TIEMPO DE PIE )
Prudentemente se optó por traer dos sopranos ANJA  KAMPE y IRENE THEORIN.
Esto provocó un cierto desasosiego entre los que veríamos a la “segunda soprano “  que nos sentimos discriminados en relación a  los abonados de las otras fechas que verían a la soprano “ principal “ , un desasosiego que aumentó cuando nos enteramos  del notable suceso de Fraulein Kampe  en la noche del estreno.

Felizmente no hubo motivo de queja. La Opera de Berlin viajó en verdad con  dos grandes sopranos.  ANJA KAMPE  es la más reciente incorporación  al primer team de la lírica wagneriana, y viene provocando sensación en todos los Teatros de primer nivel donde se presenta.
 IRENE THEORIN es una soprano consagrada hace más tiempo, se pasea por los principales teatros del mundo alternando los pesados papeles wagnerianos con algunos títulos del repertorio italiano  (TURANDOT, LA GIOCONDA ). No puedo compararlas porque no vi a las dos, pero quienes las vieron me señalaron que Kampe tiene una voz más lírica y que lograba un fantástico segundo acto, mientras Irene tiene una voz más incisiva , que unida a la fuerza expresiva le hacía redondear un estupendo primer acto.
Donde la prudencia falló es con el tenor. Es verdad que los  Tristanes no crecen en los árboles, y que raramente ha habido más de un Tristan notable en la misma generación, pero viajar con  un único Tristan y además de 68 años es una verdadera imprudencia, que casi hace naufragar  la fiesta, porque Seiffert llegó enfermo y a duras penas terminó la función del estreno. Fue mejorando pero aún así dejó evidencias de que su voz ya no está 100% a la altura del papel ( si es que a alguna vez lo estuvo, ya que en su época de mayor gloria fue un notable  tenor lírico pero no un helden tenor ). Y además fue el que más sufrió con el insufrible  escenario y sus ríspidos desniveles  .Pienso que Kupfer pudo haber sido menos implacable y haber adaptado su concepción escénica al hecho de que tenía un tenor  casi septuagenario y no obligarlo a escalar y descender por el  poco funcional  trasto escénico que hizo las veces de decorado, corriendo el riesgo de caerse y usando visiblemente como lazarillo al barítono. O gateando por la parte plana del escenario buscando afanosamente un punto en el que apoyarse para volver a ponerse en pie.  No se trata así a un gran cantante que con su sacrificio personal está haciendo posible el espectáculo y que gracias a su experiencia y su musicalidad consigue casi todo el tiempo salir airoso de una parte a la cual han sucumbido cantantes bien más jóvenes que él.

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